Brota, vegeta,
semilla y a veces
roca.
Estiércol, sombra
Y luz compiten
en el círculo de este
indecible matiz,
paisaje conforme entre
la valla de arena y el
fijo enfoque del
insistente pálpito,
aquel que sigue en juego
por el rigor infalible de
su efecto de color a
corazonada.
(Aunque lo oscuro crece
hoy)
El pecho siempre el la
chance,
ante el llamado hipnótico
y frío
de la afamada
sobrevivencia,
el pecho siempre es
seguro.
Ante el viejo entorno de
dados,
de jeroglíficos de camino,
es el latido quien marca
El peso del paso, es quien
rompe
Con la inmolación a
cuestas
de impulso y decisión.
(Aunque lo oscuro crece
hoy)
El latido… Ante el crac
visto del vilo de temer
Y la manoseada estética
presente, el latido es
El hilo en la rosca del
ahora que no cierra.
Cuijas de sienes, brotes
de mármol,
La holgada veta de lo
intrépido de la cáscara;
El ya transita entre
tumbas de ser
Y lagos de serpiente,
entre costras de billetes
Y un largo croquis de
ranqueantes prejuicios.
En contraste, el latido;
ante el rodeo de canalla
global, persiste el color
a corazonada.
Clave en el río de la
bruma y la decadencia.
(Aunque lo oscuro crece
hoy)
Tallo y viento masacrados,
La raíz del todo tocando
lodo;
visibilizar la mínima
brisa
del pecho es hoy lo hondo,
armar barrios de sangre
entre largos pueblos de la
herrumbre.
(Aunque lo oscuro crece
hoy)
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