He encontrado el poema
girando entre el estrépito
y la luz
de la voz.
Fue a la hora del silencio
encarnado,
entre charcos y metas
varadas,
en donde la expectativa se
vuelve incierta y real.
En el tumulto del
atragantamiento
de la vida, entre clavos
añejos
y porfiados latidos,
entre orbitas de
ensombrecidos
estrechos y reales arroyos
de paso.
He encontrado el poema
entre la larga y dolorosa
ida de un nombre; también
entre otros que se abren
como empuje y sentido.
Revolviendo velos,
cactus de adentro;
por la obra del largo
mirar
que acumula a la vez
susurros y caída,
la bruma y el verde tallo.
Armando el boceto
abstracto
muralla adentro, su hilo
que
resopla en péndulo
afirmación y vacío.
En el ladrido
de lo que fue pétalo,
en la mordedura de
desamparo devenida
desde lo que amé
he encontrado el poema;
entre vallas de largas
sombras
y el polvo mordido de cada
caída.
Ambajes en palabras
de diafanidad y oscuras
adargas, forjadas
con x y el centro,
con niebla
y destellos de grata
perdurabilidad.
Con rima y ser,
anclado en la
pátina del sempiterno
efecto me ha encontrado
el poema.
Con su depuración de
amparo y parálisis:
cocktail de dignidad
donde muero y vivo,
aunque siempre intentando
la estética,
¡Siempre!
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