lunes, 2 de septiembre de 2013

Encontrarse



Todos somos víctimas
del azar a la sombra
de la víspera.
Arena de la arena
y el dios en el fondo
como abstracta brecha,
como bruma y viejo
humo; sin embargo, el día
se compadece entre puertas
inmediatas, entre lo que armamos
tenuemente por el círculo
de la expectativa.

Ver una flor, un hilo de aire
entre el hospicio de las formas,
un pequeño enhebrar en las agujas
del incierto sin ojal.

Encontrarse entre la furia de lo vivo
es ver el misterio en la nimiedad, ver
la raíz no en la letanía ni en el hambre
de lo utópico, sino el lo que abriga
a la mano, en lo que a primera
percepción ilumina: la madre
Intocable por entera donación;
el niño, su vuelo y todo
su invulnerable adelante;
Una mujer; el vino; un acierto;
La obcecada valentía inmemorial
aun en la intempestad de la duda.

Encontrarse en vida es hojear el alba.
Pese a todo undir
y vetos de ser,
hay que forjar la hoja de adentro,
hacerse luna y valle
al son de la intemperie.

Verse en horizonte es
Saber que es él animal
y sospecha, la cuerda
floja por donde nos
Cantamos y disolvemos,
marea del adentro
entre suciedades y visión.

Encontrarse y verse es
saberse semilla en lo
crudo del paisaje.

Enclavarse en la sangre
dada y mirar con sensibilidad,
así es como uno se halla,
acopiando la estética en el
repaso de lo simple,
observando lo que se yergue
como dorada confesión al alcance,
lugar exacto donde la vida se limpia.


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