tres cortos

Ojos sintéticos
de infinita
fulguración.

Mira con la
simultaneidad
de la luz,
con la perpetuidad
del contenido
de su don.

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Entre lo que
está y no
se encuentra
el poema de
la palabra,
en la siempre
definición lejana
del ahora.

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En certezas
de su propio
don se abre
el augurio
de lo ileso,
es lo que
lo divino
alza de
sus entrañas

Sordos-del-otro

Están, ven
crean, tocan
hablan, son
resultan, subsisten
viven, aman
desde la ceguera
de su propia musa.

Hay hombres
que viven muriendo
en el asombro de su
propia lírica,
que mueren por insistencia
hablada de su luz vista;
hombres vividos
por la ostentación
de su maestría;
chupados por la cresta
lúcida de su pálpito hablado;
hombres arrancados de sí por la tautología
empalagosa de su sublime
raíz contada, cantada.
Hombres ya ahogados en la
Blasfemia volitiva
de sus propios dones.

Hay hombres, sí,
hombres muertos en
la presunción
de su propio genio,
hombres hablandose
en su escuchar.

Sordos-del-Otro,
diría,
hombres mancos
de su plenitud por
poder nombrarla
sin poderla escuchar.

Línea del
deshilo blanco

Ardo en el paso
que no me dice

En la camino
del irse
de la huella

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En lo que abarca
el intervalo
de cada instante

En el borde
del momento

Perderse en la inmolación
que está entre lo que está

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A Juana

Y siempre el día
es de sombra afuera,
de transparencia raíz adentro.

Es -siempre-
iridiscencia de perfección
sin cimientos,
concordancia de ideal en su
sí repitiéndose.

Cada día es el consuno de
de su implícita plenitud,
es la desmesura de
su simultánea erudición
repitiéndose en formas
indefinidas de ileso.

un quieto de soplado susurro

Apoya el oído
En el símbolo
soplado de la existencia,
en la esencia de
su definición
desocupada,
escucha la realidad
en tu pensamiento,
que no es más que la
azarocidad de su propio
destino.

La realidad es la
combinación
del
susurro
inalterable,
El hueco
de su
extravío
predeterminado.