Cumbre, el hilo de tu
luz se da a la forma.
Fe y destino se tocan
en el ala donde
enhebras tu juego.
Un niño y su claridad
pueden
decirlo todo, arropar
espantos
tapar el enfermo
hoyo de la ceguera,
dorar ilesos en
en el tapete de lo crudo
que nos aúna desde
el tiempo viejo y
la callada forma.
Nada te teme y a la
inversa,
la azabache incertidumbre
no es de tu hambre,
utópico su deseo
ni en las orillas te roza.
El prestigio de
un clave canto se
te hace carne,
la verdad sagrada,
el cúspide sentido…
Eres el largo valle y el
afán de su efecto,
el vestigio de la agalla
cuando aún uno no ha sido
contaminada por el polvo
y la sagrada hostia,
por el miedo al hedor
de lo finito con todos
sus croquis de
perceptiva zozobra.
Infinita, trascendental,
Lo lírico de lo santificado
arrojando el rostro de la
certeza
entre lo que se debate
en proximidades del
difícil estar.
Un niño jugando puede
decirlo todo,
fundamento, clave y
profundidad.
Un juguete y su mano
No enhebran a dios, lo
son,
Que no es poca cosa.
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