jueves, 12 de septiembre de 2013

Buscar el alto matiz en la espera



No es por infortunio o infructuosidad
tampoco por indesurdible ineficacia,
es por el atragantamiento de dios,
por el sentido que se apaga siempre
en el apogeo de su definición.

Entre entera fluctuaciones
funciona la trampa de lo que somos,
efecto del fundamento entre
costras de destinos erráticos.

Es por el centro farsante,
la desidia y la torpeza del ser
funcionan entre marchas
de un silencio acabado,
treta del polvo que no
se compadece.
Va a cesar? No!
El tiempo de la certeza
recubre su forma
en la espontaneidad de la espera,
compuestas de pequeña belleza:
la flor, un niño, el amor,
la confusión entre laberintos
del deseo, una melodía de vuelo,
el alba y su decidida luz
siempre insondable.

El hombre vive entre
halos del largo
trastabillar, verdugo de
sí mismo subsiste
tocando a tientas
la búsqueda de su
propia razón.
Cúmulo de ambivalencia
que trae consigo
el perplejo quehacer
de la vida,
amalgama de rango
sospecho, indefinido.

La hipótesis resuelta del pájaro,
un niño entorpecido de nobleza,
el amor y el color
áspero de sus designios.
En la espera escupimos a dios

mediante estos altos matices.

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