lunes, 18 de noviembre de 2013

Fomento de la entraña





Un hilo de fundamento
determinantemente tosco,
un secreto de
filiación de hoy mitigada
entre fracciones
de pálpitos y
ponzoñas de espasmo,
entre rugidos de trino y
cenizas de lasitud.

Es lo que arde
atrapado entre baches
de celdas mentales,
un incisivo temblor
entre caídas de lujuria,
y arrebatos de deseo que
arremeten desde la guarida
del disimulo.

Se menta la memoria
entre fileras de límites
y las fieras del adentro.

Un secreto de tibio rumor golpea
en las sílabas marcadas
del escepticismo,
en lo que yace como
alma de tapujo.

Es el fomento de la entraña
intentando borrar los mapas
de agujero,
las largas hazañas de la niebla,
la espesura indescifrable
de este insistente negro,
de esta indivisa bruma pautada
en  el alimento interior.

Hora del bache,
y el árido cuervo,
de las fibras del pecho
enroladas en cactus de sierpes.

¿Que se hace en medio de la caída?

El tibio rumor y la fiera adentro
preverán,
el verdugo del deseo
siempre se sale con la suya:
dinamita de semilla
en el hielo del velo.


lunes, 4 de noviembre de 2013

Intrepidarse en picos de luz


Redondo lo andante.
Entre dudas de
ontológica niebla
es hoy el asombro el
que cuaja,
la chance que oscila cerca…

Dorar el aire en la espera,
irradiar en la pátina de la
cavilación, intrepidarse
entre las sombras con
el pico de luz que acerca
el secreto de cada instante.

Vararse en el coktail del interior,
trepar por la vasija de enormes
nítidos y espejismos que esconde
el vaivén de nuestra honda huella,
nucleico brebaje de sentido
compuesto de salitre y congoja,
de herramientas magistrales de
latidos y creencia.

Fantástico el pormenor
de este criar entre guadañas
una blanca y sostenida herejía de fe,
de nutrir la vista
ante lo que evidencia
crucial lo sabio de
cada reflejo, el neto
color de lo que aún
no tiene cruz.

Lo que flamea uranio
al son de lo cercano:
corazones de la flor,
del opaco gorrión,
la elástica goma gastada
de este dedo en el teclado
con pasión.

Oscila lejos hoy
la mortaja viva
que intuyo al unísono.

Espero el sol de mañana,
la risa de lo personal
que coagula pleno en osadía,
la mujer que mira con el
elixir despampanante de la pasión,
aquel que bolea el grave estertor
del espanto.
Y el niño, el camino en él
alejando la treta del paso hueco y sudado.
Un proceso viviente que muestra
por dónde madura el gesto cabal,
el aparato noble de su orfebrería.

Resortes de quimera por sobre
el puñal de la ceniza,
el retrato en horizonte visto
desde el son maduro de
de su larga huella,
la que tapa el efecto
madre de toda herida.

Trasciendo en jerarquías
de nutrida luz,
suelto en la austera
resonancia de cada cosa,
omitiendo el bache de la renuncia,
los añejos trajines del pavor,
el juego ambiguo de la
antigua trama.

Es tiempo de rótulos de fragor, es cierto;
de contar a viva pluma
el trajín crucial de estas certezas.
Y no hay azar que se interponga,
ninguno de sus espectros inmediatos.
El encuentro con ciertas contundencias

es llanamente indeleble.