Por tanto, lo invocado
es solo acumulación,
secuencia inútil siempre
hacia el trecho de lo remoto,
hacia lo que, por observación,
se esfuma en velos de interrogación.
¿Qué hay que mirar luego
de visto el alcance del desvanecer,
de observar cómo arde todo canon?
Yo miro toda amenidad sin balances,
elegía de lo común que fulgura.
Un niño y su nácar erguido,
una mujer insondable en
cada réplica de mi carne,
el reflejo instaurado
de una madre de luz
es la única lógica que
abrasa mi cornea.
Y es solo porque, en todo
principio, en todo estertor
de verdad, lo obsoleto;
solo apenas la cosecha
de tiempo como
auge de polvo.
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