Padecer entrañas,
pavores de sentido
interior en excepción,
sensoriales golpes
que inadecuan el
ideal de la forma.
A veces, por inevitable,
por inalterable determinación,
las variables de los hechos
se traman desde el
borde del sentido
o, acaso, desde la mecánica
del flujo.
Instinto y forma
se muelen el vientre
de lo que somos:
violencia exacta
de la desnuda duplicidad.
Nos concierne el supuesto,
Solo la rueda
del rastro sin razón.
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