El tiempo clausurado en relojes y calendarios
es tan inútil y absurdo como una escalera
tirada en el
piso.
Aquí o allá,
democrática metafísica,
en chozas de barro y paja o
o en
camas de seda y rubíes,
mascamos el freno
del no entender;
este de nuestro lado
el filo de lo perverso,
dios, las paradojas, las ausencias
o la áspera santidad del que vomita sobre la avaricia.
No entendemos.
Y al decir paciencia pensamos
en anchas planicies
recibiendo el sol
cada mañana,
cada tarde,
cada noche ( esquilmado en luna),
para parir
con humildad eterna
miles de hijos:
yuyos o animales, lagunas
o caminos polvorientos,
coplas o ánimas:
todos hermanados
en el alto milagro
de ser paisaje sin saberlo.
Y nosotros,
hábilmente ocultos
en la penumbra,
parados con genial sarcasmo
en medio de ella,
hablamos el idioma
gélido
de los números
y
en cada hombro nos crecen flores secas
y
al hablar nos brota el chillido
de la indiferencia
hija del miedo a lo que no se entiende :
sanidad espiritual de las razas puras.
Así el esmero
tonto
nos trabaja desde
adentro,
hasta convertirnos en una
música efectiva;
amando todo lo que niegue el buen silencio,
hogar de nuestra verdadera máscara.
La que solo puede caer si nosotros
enteros
caemos.
Abriendo una puerta
hacia la libertad
extraterrestre
de lo que vuela sin culpa.
Pero es probable que siempre persista
el timbre a la madrugada
que nos hace sudar frío y nos llena los pies
de extrañas cosquillas;
los versos idiotas agotando el espacio
que debería
ocupar
una lírica descarnada y bruta,
vital y afirmadora.
Sacándole la lengua a las tumbas.
Lamiéndolas.
Aunque se quemen con agua bendita.
Desvaríos.
Desvaríos
de cualquier tarde,
cuadros hermosos
que pintan prestigiosas instituciones
volando por los aires,
¡fragmentadas!,
hermanas, por un rato, de las aves y el aire;
¡fragmentadas!: las instituciones;
en pedacitos bien chiquitos
como semillas
de un árbol insignificante.
Hermosos cuadros.
Hermosos desvaríos.
Que se amontonan y
Reclaman
algo honesto,
un plato convidado
sin el mordisco venenoso
de la caridad.
Hermosos cuadros.
Pateando al muerto
más vivo de la
historia.
LUDOVICO FONDA
Se puede escribir mejor? Terrible.
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