El niño no
entiende de temor,
tampoco de
atrasos retrógrados
cautivos en
manos del miedo.
Juega con
la lengua única de lo fecundo
con el río
de toda sangre rumbo
a verdades
sin tiempos ni jaula.
No entiende
el niño el brusco gris,
el ínfimo
comercio del tajo,
la
ineptitud encarnada en espejismos de bache.
Juega y
juega el niño en caminos juntos de brillo,
a
conjeturar auras en pantanos que aún no ve;
juega con ritos
intangibles de ala en medio de
los
imbéciles, de los escépticos, del mundo
de arena en
vaivén de absortos velos.
Rigor de la
flama entre cúpulas
de
decadencia y lógica,
el niño
juega al costado del dolor,
crea el
efecto del equilibrio que borra
El filo por
donde corta la inercia.
Historia
del consuelo para
la gran
obra de la lágrima,
el niño es
la entrada de tu paisaje,
flash del
sentido en la estación de tu mente.
Sólo abre
tus ojos.
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