miércoles, 22 de enero de 2014

El niño no entiende de temor,
tampoco de atrasos retrógrados
cautivos en manos del miedo.

Juega con la lengua única de lo fecundo
con el río de toda sangre rumbo
a verdades sin tiempos ni jaula.

No entiende el niño el brusco gris,
el ínfimo comercio del tajo,
la ineptitud encarnada en espejismos de bache.

Juega y juega el niño en caminos juntos de brillo,
a conjeturar auras en pantanos que aún no ve;
juega con ritos intangibles de ala en medio de
los imbéciles, de los escépticos, del mundo
de arena en vaivén de absortos velos.

Rigor de la flama entre cúpulas
de decadencia y lógica,
el niño juega al costado del dolor,
crea el efecto del equilibrio que borra
El filo por donde corta la inercia.

Historia del consuelo para
la gran obra de la lágrima,
el niño es la entrada de tu paisaje,
flash del sentido en la estación de tu mente.

Sólo abre tus ojos.

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