miércoles, 20 de mayo de 2009

Qué más?


Y qué más!?
¿Qué más que
atardecer en la movilidad de tus
brotes crecientes, en tu
pleamar de matices etéreos?

¡Que más que atardecer
en la escultura intacta de tu paño
de alba,
sin el ruido de los hombres.
Olvidando totalmente los presagios
de torrenciales muros vacíos,
olvidando el cofre de cenizas del pasado?.

¿Que más que atardecer en tu isla de flores,
abrazando el silencio de tu luz,
sin evaluar las ausencias que duelen,
desdeñando las jornadas de desgarrados precipicio
de niebla?.

¿Que más que atardecer contigo
con la certeza de haber perdido el miedo a ser dos.
De haber perdido el miedo a amar sin rebrotes furtivos de sombras?

Atardecer contigo, pequeñísima dama.
Atardecer en la inmovilidad de tu belleza,
En tus vísceras de melodía de umbral.
Atardecer con la certeza de haber preñado
La rivera de mi corazón con la melodía
de tu latido abierto:
único centro de verdad en cada uno de mis días.
Santiago

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