El adherido –nutrido-
Oficio del leve azul dado,
La cadencia neta
Suspendida en
Dádiva,
El rasgo en sigilo
De amparo,
La perfecta clemencia…
Lo que me circunda -en verdad-
Es la simultaneidad de su arrojo
Es la ferocidad de su caricia dúctil,
Su integridad articulada
En despojo.
Ceñido, rodeado
-trazo a trazo del escollo en calavera,
Por su apacible en pulido óptimo:
Refulgido equilibrio
En cumbre,
Grafía de lo celeste- por las fauces de mi doquier-
Atomizada en resplandor táctil.
Sumido, abstraído al unísono es su repercusión
De sutil pulsado,
En la Interjección –o más bien- exclamación
De su transparencia excedida.
Verter fulguraciones fragilísimas
En el aplomo del neutro ensimismado,
Ese es su trabajo:
Alumbrar en la regularidad del marasmo cristalizado.
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