lunes, 3 de agosto de 2009

Poesía

Alguien me dijo por ahi que la poesía es el intento más superficial de llamar la atención, y, por supuesto, sintiendome agredido, no me quedó otra que responderle con esta amalgama de concepciones ambiguas.De alguna manera tenía que defenderme, pues es para mi la poesía, aunque no tenga clara su definición, lo mas parecido al sentido.



LA POESÍA

El ritmo de la poesía surge del repiqueteo de nuestra impronta tatuada, del eco de la voz de los implícitos enigmas incrustados.
La poesía es la naturaleza propia que nos arrebata para, por medio del lenguaje, escupir su propia esencia, aunque este último-el lenguaje- nunca termine de definir esa inconsonante sonoridad salida de nuestros propios laterales inéditos, de ese resoplar pulsional lanzado desde nuestra más honda escala visceral.
Es así, a veces el lenguaje no alcanza para transcribir los ambages súbitos de nuestra dinámica volitiva y termina funcionando no como una revelación poética sino como una herramienta de opresión para el intento de expresión de nuestra propia naturaleza. O sea que a veces la poesía deja de ser poesía cuando empieza a ser poesía en el papel, porque en algunos casos la historicidad completa del lenguaje no alcanza a unificar expresivamente el contenido de nuestras intrínsecas esferas emocionales. Pero vayamos más lejos: aunque el lenguaje no alcance para figurar la poesía, es él quien sale enriquecido ¿por qué? Porque lo que intenta realizar la poesía es descifrar las propias vertientes de la naturaleza, y cuando lo logra, dado que la naturaleza es siempre campo abierto para nuevas invenciones, suma nuevos símbolos y conceptos a sus pilares.
Lo que quiero decir con esto es que, en determinadas ocasiones, no es el lenguaje quien hace a la poesía, sino la poesía quien hace al lenguaje. Por medio del verso -que es el idioma con que nos habla nuestra propia luz desde el hundimiento preverbal- no sólo se beneficia el soporte de la palabra sino la existencia por completo, que acorta u poco más su tan presente azarocidad.
La poesía renueva la lingüística con el idioma furtivo y vago del inconsciente, abre en sus paredes puertas hacia nuevos símbolos. Si revisamos a los grandes poetas como lo son Juan L Ortiz. Girondo, Saer, Perlongher, o Pizarnik (sin olvidarnos del señor Larroca) podremos dilucidar que el idioma del espíritu se cuela en la mente para que ésta, apabullada por las estocadas de una fuerza remota y poderosamente ambigua, tanto como frenética y excitante, obligue a la mano (sin lugar a queja alguna) a ir hacia la birome.
La gestación de nuevas estéticas aumenta la perspectiva de crecimiento de la ética, pues quien elaborar cosas bellas también intenta representar cierto grado de sensibilidad, y donde hay sensibilidad generalmente no aparecen las bajezas más grandes del hombre, que vendrían a ser el inverso de la ética. Delante de la sensibilidad el hombre remueve sus prefijadas estructuras y bastiones emocionales súbitamente y, casi de manera automática, empieza a observarse a sí mismo y a las cosas que lo rodean con mayor predisposición. Hasta el más turbio y hasta el más dogmático puede conmoverse y llegar hasta la más honda contradicción frente a una bella obra, pero alguien preguntara que relación tiene la poesía con todo esto, y digo que mucho, pues a mi entender la poesía es la mayor fuente de belleza porque el espíritu pulsional de ésta provee al poeta los secretos herméticos de nuestra autenticidad más originaria, que luego, transformadas en metáforas, conducen, iluminan y provocan -indefectiblemente- la evolución de todo el ser.
La metáforas reveladoras del lenguaje de la poesía desarrollan la verdadera función del arte, que es la de hacer volver al lector a éstas (a las frases reveladoras) una y otra vez con la misma perplejidad y sorpresa siempre, y en esa vuelta cíclica el hombre resuelve uno de sus mayores problemas, a saber: el de poner el maldito puto tiempo en algún lado.
Se podría decir, finalmente, que la poesía se encuentra cuando uno, por medio del lenguaje, trata de representar la naturaleza propia; naturaleza formada por nuestra propia subjetividad adherida y por la plasmación del afuera en nuestro adentro.
También se podría agregar que el verso se mantiene vivo cuando uno lo escribe con libertad absoluta y a esto se llega pensando que él no es importante para el reconocimiento del otro ni para pertenecer a algo, sino para acercarse más a uno mismo, para llegar al acercamiento de nuestros intersticios más fulgurantes y oscuros, que son los cimientos que toma el lenguaje para darle forma a la potencial abstracción de belleza y fealdad que tenemos dentro.
Por ultimo se podría decir que en el proceso de construcción de la poesía se encuentra uno con la magia de dejar todos los conflictos en suspenso; se encuentra un lugar de certidumbre y de interacción; se genera el encuentro con un lugar de apropiación y de indagación consigo mismo. Es por medio del verso que uno puede remover la caterva ancestral e ignota que tenemos detrás de la conciencia con el fin único de poder resguardarse de la propia superficialidad y duda que nos rasga al unísono.

Santiago

2 comentarios:

  1. Santiago muy buen ensayo. Me quedo con la idea del lenguaje como una trampa, de la que no podemos escapar aunque querramos. Y queda para la polémica qué es, entonces, la poesía, si ella es nada menos que la propia naturaleza. ¿Cómo se nos revela la poesía?

    EA

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