lunes, 2 de noviembre de 2009

Hermandad

A José Luis Larroca

Nunca había visto
En el mirar el decir
Tan claro de su
Diáfana interioridad hablada,
Yo venía, encima, jodido,
Con toda la oscuridad universal a cuestas,
Amasando depuraciones
De pesos de trozos de puentes
Clavados en la médula de la inocencia;
Tautológicos trozos violentos
Viniendo desde la historicidad
Primera del íntimo fuero,
Viniendo como olas de océano
Circularmente picado,
Como pistones de navajas con voces
De filo enervado,
Como enfática indivisibilidad
Asfixiada de ancla de naufrágio.

Era yo, en ese tiempo,
Arrancado vástago de infancia
Posado en el pináculo letano del olvido.
Algo así como un niño desmembrado;
Llorado de más, maduro de abandono.
Algo así como un niño carcomido
Hasta el tuétano piramidal de la sangre,
Hasta la médula de la puricidad inhallable.

Habían hecho un buen trabajo,
Una indefectiblemente malo, bah..
A esa altura ya tenía rostro
De aspereza de infancia momificada;
A esa altura fue cuando por primera vez
Nos encontramos de frente;
Fue en un viaje.
Íbamos a vivir juntos.
Así lo había decidido nuestras madres.
El contraste natal era ostensible:
El pelado, el defenestrado,
El aletargado con silbidos edificados
De trozos de puentes correlatados colgados
Del esqueleto de la sangre desdentada,
El harapiento plagado de bajas de inocencia
El abortadamente aniquilado sentado frente a él,
Sentado frente al mostrar de su interioridad
Dicha por su mirada hablada.
Súbitamente obnubilado
Frente al colorido radical de
Su talante autóctono,
Frente a la clarividencia inabordable
De su implícito manantial genético.

Ese punta pie inicial,
Ese viaje fue duro:
En desenfreno de mi oscuridad embutida,
La impresión dudosa de mis ojos exiliados,
El extravío nítido de mi rostro embaucado
Se entremezclaba con la desmesura
De su hilaridad diáfana.
Sin embargo, ese manifiesto contraste
De los intrínsecos cánones fue sólo
Un ilusorio laberinto,
Pues han pasado diez años
Y no se ha gestado una amistad,
Sino una hermandad encarnizada;
Hermandad hilvanada por
La orfebrería de su artística
Contención sistemática ,
Por el balancín esencial
De su luz paciente,
Por la inamovible sucesión
De sus brazos abiertos,
Por el contagio de su fe y fuerza poética,
Que son con las que hoy escribo este poema,
Que son las que me mantiene en pie,
Las que me sostienen aquí:
En este cerco de vanguardia de ratas,
En este drástico tiempo de
ESTÓLIDOS OBLITERADOS CIRCENSES;
Que son las que me salvan de la innata
Fragmentación del pasado.
Hermandad, como decía, niqueladamente aglomerada,
Sin escenificaciones, sin teatralidades, sin vacuidades,
Sin agachadas, sin granujeadas.
Hermandad izando cimientos
De veracidad indisoluble;
Erguida bandera de hermandad
Enarbolando vehemenciales colores
De vida viva,
Colores inefables de certeza de vida viva.
Hermandad desde hace ya diez años,
Hermandad mía, hermandad suya,
Hermandad nuestra,
Hermandad perfecta,
Hermandad que nos salva
Que nos salva, a veces, hasta
De nosotros mismos

1 comentario:

  1. Si la emocion fuera una tarde, de sol te bañaria las bebidas...

    Gracias (OTRA VEZ).-

    Pd: Otra vez, gracias...

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